De cocinas fantasma y los fantasmas de la “economía colaborativa””

O de como vamos hacia el precariado en Hypeloop

Shine McShine
5 min readMay 12, 2021
Imagen de Shuri Dadwal para Unsplash (modificada)

Durante la pandemia, con el cierre de la hostelería, un nuevo modelo de negocio irrumpió con fuerza: las cocinas fantasma. Pero lo que parecía un balón de oxígeno para los hosteleros oculta tras de sí un lado oscuro.

Las cocinas fantasma, para quien no lo sepa, son espacios compartidos donde se cocina exclusivamente comida a domicilio que se enviará a través de una app (Glovo, Uber Eats, Deliveroo, etc.). Cuando la pandemia forzó el cierre de la restauración en 2020, este modelo de negocio permitió a muchos restaurantes seguir operando, alquilando sus cocinas. Con la mayor parte del planeta confinado, el negocio creció en todo el mundo, y mucho. Tanto es así que las cocinas de los restaurantes se quedaron pequeñas, y empezaron a aparecer naves industriales y grandes locales que alquilaban espacios equipados con 40 cocinas o más.

¿Quien está detrás de todo este boom de las cocinas fantasma? Pues las mismas empresas de las apps de comida a domicilio. Y es que esto es un plan urdido desde hace años para acabar con el sector de la restauración y convertirse en auténticos monopolios.

La “gig economy”, llamada aquí de forma terrible “economía colaborativa” lleva haciendo de las suyas desde hace años. Todos sabemos sus nombres: Uber, Deliveroo, Cabify… Y todas tienen algo en común: capital a raudales para sacudirse de encima la competencia.

Este capital proviene de fondos de inversión regados con miles de millones de dinero procedente de entidades tan turbias como la familia real saudí, que no dudan en seguir arrojando paladas de capital a un negocio que pierde miles de millones cada año.

Y si siguen invirtiendo estas cantidades obscenas en algo que pierde tanto dinero es por una única razón: convertirse en monopolios y, una vez exentos de competencia, subir los precios a voluntad. Para este fin no han dudado en destinar millones a sobornar a los medios de comunicación para que estén tirando mierda 24/7 sobre la competencia (¿recordáis lo del taxi?).

Estas empresas se aprovechan de la situación precaria de muchas personas que se ven forzadas a trabajar como falsos autónomos para la compañía y, una vez que estas son dependientes del trabajo, no dudan en recortar brutalmente su salario. Por ejemplo, los conductores de Uber vieron como, entre 2013 y 2017, sus ingresos se reducían en un 53%:

Pronto los tentáculos de estas compañías se extendieron a otro ámbito: la comida a domicilio, con una nueva hornada de falsos autónomos llamados “riders” (en inglés todo es más cool, hasta la precariedad) dependientes de la app para llegar a fin de mes. Pero como pasó con Uber, los riders pronto vieron como sus ingresos empezaban a menguar. Mucho. Se calcula que, en EEUU, un repartidor de DoorDash gana, una vez descontados sus gastos, una media de $1.45 la hora. Un tercio de ellos pierde dinero:

Un tercio pierde dinero, LET THAT SINK IN.

Los dueños de los restaurantes abrazaron rápidamente la idea, ya que se ahorraban el sueldo de un repartidor. Pero ay, la gig economy no iba a indultar tampoco a los restaurantes. Y aquí entran las cocinas fantasma.

Porque este modelo de negocio, que se nos ha vendido como la tabla de salvación de los hosteleros en tiempos de pandemia, está siendo rápidamente fagocitado por estas compañías. ¿A quien creéis que pertenecen estas naves industriales que alquilan su espacio?

Los hosteleros no pueden competir con estas corporaciones que tienen capital casi ilimitado, así que se tienen que plegar a las exigencias de la app de turno, esto es, pagar las “primas” por posicionamiento y y decir “yes honey” a todo lo que les pidan. ¿Y si no lo hacen? Pues miremos lo que pasa en EEUU (que a la postre es el espejo en el que se mira Europa, y todo lo que pasa allí nos llega tarde o temprano).

En este informe de la AELP se detallan las prácticas de las compañías de la gig economy para castigas a los restaurantes que se niegan a pagar las cuotas que les imponen:

Estas prácticas abarcan desde castigarles en el posicionamiento hasta, en los casos en los que los hosteleros deciden montar su propio servicio de entrega a domicilio, poner en sus apps que “el restaurante no tiene servicio de entrega a domicilio”.

Y si lo de las cocinas fantasma ya es de por sí una trampa destinada a precarizar todavía más uno de los sectores más precarios de la economía, agarraos para lo que viene: las “franquicias fantasma”, donde la gig economy y los influencers de internet se dan la mano: famosetes de YouTube o Instagram montando sus propias líneas de restauración con su nombre (Mr. Beast Burger), eso sí, con pedidos solo a través de una app, cocinados en cocinas fantasma y entregados por riders.

Al final los mismos hosteleros (y sus trabajadores) que se aferraron como a un clavo ardiendo a este modelo de negocio están cavando su propia tumba. Una tumba de precariedad, explotación y miseria. Y si pensáis que esto se quedará en los restaurantes, pensad otra vez. Su plan es “uberizar” cada estrato de esta sociedad, también la educación o la sanidad.

Esta es la distopía a la que nos dirigimos en Hyperloop.

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