Espadas de plomo

Shine McShine
3 min readAug 23, 2024

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Cuenta la leyenda que el emperador romano Cómodo gustaba de bajar a la arena del circo a batirse en duelo con los gladiadores. Enfundado en una ornamentada armadura, se hacía llamar ‘Hércules reencarnado’, y como Hércules, cuando su espada golpeaba los gladios de sus rivales estos estallaban en mil pedazos ante el impacto, ante el asombro y la algarabía del populacho.

Pero Cómodo no era Hércules reencarnado, sino un simple mortal (como comprobó el gladiador que le asesinó ahogándole en la bañera). La razón por la cual las armas de sus enemigos se partían ante el impacto de su espada era bastante mundana: eran espadas de plomo, duras a la vista, pero frágiles y dúctiles ante cualquier embestida de un arma real. Los gladiadores que las empuñaban, claro, no sospechaban nada, y no podían sino temblar de terror cuando observaban al emperador, Hércules reencarnado, partir sus gladios sin mayor esfuerzo.

Llevo varios días leyendo análisis en algunos medios sobre la problemática de permanecer en Twitter (no, no voy a llamarla de otra forma) pese a reconocer abiertamente y sin ambages que la plataforma se ha convertido en un hervidero de trolls de extrema derecha y bots (y bots porno) al servicio de los intereses políticos su propietario, el divorciadísimo multimillonario Elon Musk. Y pese a este reconocimiento casi todos los análisis acaban concluyendo que merece la pena quedarse allí. La mayoría lo hacen por simple inercia, pero hay algunos que insisten en que es casi su deber quedarse allí para “dar la batalla cultural”. Y no solo medios, también políticos, personalidades o sencillos tuiteros de izquierdas están convencidos que, pese a la deriva reaccionaria de la red y su dueño, aún pueden presentar batalla y, quién sabe, incluso ganar.

Justo lo que pensaban los gladiadores con espadas de plomo.

No existe un escenario en el que se pueda ganar. Hollywood nos ha acostumbrado a romantizar situaciones imposibles donde los protagonistas acaban alzándose victoriosos pese a tenerlo todo en contra. Pero en la vida real los finales felices no son tan abundantes. Los jugadores del Dínamo de Kiev que fueron forzados a jugar un partido de fútbol contra sus ocupantes nazis ganaron el partido, como Hollywood más tarde plasmaría en la película ‘Evasión o Victoria’. Pero al contrario que en la película, donde una multitud acaba rescatando a los protagonistas, en la vida real los jugadores fueron enviados a campos de concentración y asesinados.

A los fans de Musk les gusta mucho hablar últimamente de la película Matrix, principalmente porque son incapaces de entender su significado. Creen que “escapar de la Matrix” implica básicamente dejar tu trabajo asalariado para convertirte en un millonario misógino con atrofia testicular. Pero para quien haya visto la película y tenga más de dos neuronas funcionales, el mensaje es claro: para luchar contra Matrix, primero has de salir de Matrix. Porque si te quedas en Matrix estarás a merced del sistema, y durarás lo que el sistema quiera que dures. Y esto es lo que ocurre con quienes se quedan en el bar nazi. Seguirán pudiendo publicar mientras cumplan su función, que es dar réplica a los trolls ultraderechistas que son el principal target de la red social. Cuando empiecen a molestar, cuando se hagan más visibles o notorios de lo que interesa, su dueño no tiene más que apretar el botón y les hará desaparecer para siempre.

No se puede ganar una partida si el otro tiene las cartas marcadas. Al final hay que romper la baraja y construir alternativas en otros lugares más verdes, lejos de nazis y trolls y bots porno.

O puedes quedarte a “dar la batalla” con tu espada de plomo.

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