Gracias por la propina

Una historia de capitalismo

Shine McShine
4 min readMay 11, 2021
Imagen de Sam Dan Truong para Unsplash (modificada)

Una de las costumbres sociales más arraigadas entre los estadounidenses es el dejar propina. Pero tras este gesto de aparente generosidad se oculta una historia terrible de precariedad, explotación, racismo y robo salarial.

Todo el mundo recuerda la escena de Reservoir Dogs en el que los protagonistas discuten sobre si dejarle propina o no a la camarera. No en vano 12 millones de trabajadores en EEUU son lo que se llama “tipped employees”, o trabajadores por propinas.

En Estados Unidos el salario mínimo a nivel federal es de $7,25 por hora, y se pretende subirlo a $15 para 2025. Pero para los trabajadores por propinas, cuyo sueldo depende de lo que los clientes quieran dejar, la realidad es bien distinta; en la mayoría de estados del país estos trabajadores tienen un sueldo mínimo establecido de $2,13, debiendo compensar el resto con las propinas. Esta cifra lleva congelada desde 1991. Contando la inflación, equivale a un salario de $1,09 por hora.

La historia de las propinas en EEUU, como muchas otras cosas de este país, tiene sus raíces en el racismo sistémico en el que se fundamenta su sociedad. La costumbre empieza tras la guerra civil, cuando los empleados blancos empezaron a contratar a esclavos negros liberados. Para no pagarles un sueldo, decidieron que sus ingresos dependerían de las propinas que los clientes decidieran dejar por el servicio. De hecho hasta bien entrado el siglo XX los empleos por propinas eran considerados exclusivamente propios de gente de color. Aún hoy la mayoría de empleados en esta modalidad son personas racializadas.

Hasta 1966 los únicos ingresos que percibían estos trabajadores eran las propinas. A partir de entonces el gobierno fijó un salario mínimo para estos empleados, en realidad una fracción del sueldo mínimo, que deberían complementar con propinas. Si el empleado no llegara al salario mínimo federal con las propinas, el empresario debe pagarle la diferencia.

Pero esto ha sido aprovechado por los empleadores para robar el salario de sus trabajadores a manos llenas. En muchas ocasiones los jefes obligan a los trabajadores a declarar que han cobrado más propinas de las que han recibido para no pagarles el complemento a su sueldo. Se calcula que el 17% de los trabajadores a propinas cobra menos del sueldo mínimo. Y lo que es más, el robo salarial por parte de los empresarios sólo en este aspecto asciende a 15.000 millones de dólares anuales.

Si el salario a base de propinas está tan incrustado en la sociedad estadounidense es porque se adapta como un guante a la retórica más obscenamente capitalista: si alguien se lo trabaja, cobrará más. Meritocracia, lo llaman. Y por supuesto, es mentira.

La realidad es que la calidad del servicio no afecta a la cantidad que los clientes dejan. Las razones son bastante más siniestras: dos terceras partes de los empleados a propinas en el país son mujeres.

Este estudio del ROCU descubrió que las camareras que trabajan por propinas se ven forzadas por sus empleadores y clientes a sexualizarse para conseguir su sueldo. 1 de cada 7 denuncias por acoso sexual que se producen en el país las ponían trabajadoras por propinas. Y este dato no refleja el verdadero alcance del problema. El acoso sexual a las trabajadoras a propinas, de hecho, se ha exacerbado durante la pandemia.

Recordemos que 12 millones de trabajadores de EEUU viven con estas condiciones. Esta cifra supone el 8% de todos los empleados del país. La mayoría son mujeres y personas racializadas. Y si pensáis que esto no puede pasar aquí, pensad otra vez, porque los mismos patrones se reflejan en el despropósito conocido como “gig economy” o “economía colaborativa”

Esta es la historia oculta tras la costumbre de dejar propinas en Estados Unidos. Me dejo en el tintero para otro día hablar de la hostelería en este país, que también se las trae.

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